El semáforo se puso naranja justo cuando ella iba a pasar con su coche, pero hizo lo correcto y se detuvo antes de la línea de paso. El hombre que venía detrás tuvo que frenar y se enfadó terriblemente; le tocó el claxon, sacó la cabeza por la ventanilla y le lanzó comentarios negativos y vulgares, sin ni siquiera percatarse de que a su lado había un policía que había observado todo el espectáculo.
El agente se acerca, le pide sus documentos y le indica que tiene que hacer el test de alcoholemia. El hombre, cabizbajo, accede, aunque no entendía lo que estaba pasando, pues solo le había lanzado unas cuantas palabras a aquella chica y nada más.
Posteriormente, el hombre desesperado pregunta por qué estaba siendo retenido, a lo que el agente responde:
El motivo fue el siguiente: Mientras usted gritaba a aquella chica me di cuenta del letrero que cuelga de su retrovisor en el que dice: “¡Respeta al prójimo” y como era de esperarse, concluí que el coche era robado!
Moraleja: Esta historia muestra lo importante de ser coherentes entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos.
Martha Edel
Ex – Regidora Partido Popular